Hace
muchos años estaba sumergido en el mundo de las técnicas corporales, entiéndase
danza, expresión corporal, movimiento para actores, yoga y otra serie de
disciplinas artísticas, o no, en las que el cuerpo tiene particular
protagonismo.
Recuerdo
que en una clase, mientras transitaba el primer año de teatro-danza, en el estudio
de Ana Itelman, después de bailar una coreografía creada por el grupo en el que
estaba, bajo la consigna de usar ciertos objetos, la profesora nos dijo
-"ahora dejan los objetos y la bailan sin usarlos". Luego de acabar
esta segunda versión de la coreografía y ver que, a pesar de no utilizar esos objetos,
no cambiaba en lo más mínimo los movimientos nos miró, miró los objetos y nos
dijo - "No eran necesario ¿verdad?"
Por
supuesto que tratamos de argumentar que aunque no variaran los movimientos, la
narración que se componía quien viera la coreografía no era la misma. A lo que
ella concluyó con un "se trata de bailar y si se usan objetos, estos también
deben formar parte del movimiento"
Tiempo
después, por razones de peso (esto en sentido metafórico y literal) me fui
alejando de la danza y entrando en la narración oral o el arte de contar
historias de viva voz.
Cada
tanto me asalta una inquietud ¿por qué utilizar objetos para contar historias
de viva voz?
Por
un lado no lo creo necesario en absoluto, digamos que ya tenemos bastantes
herramientas naturales en nosotros mismos como para necesitar ese apoyo
externo.
Por
otro lado, veo algunas personas integrando los objetos tan maravillosamente que
no me los imagino contando si ellos.
También
he oído que en algunas corrientes o
culturas el uso de objetos o láminas forma parte fundamental de la manera de
contar. Por ejemplo, la técnica del kamishibai es la que me viene a la cabeza sin
lugar a duda, pero hay otras.
En
Colombia vi contar a Juanita rodeada de unos muchachos corpulentos y guapísimos
tocando los tambores y, a pesar que parecía que harían desaparecer a aquella
mujer mayor y pequeña, a los pocos segundos todo se integraba de tal manera que
solo veías a Juanita y sus historias.
Pues
no sé: algunas veces me llaman ortodoxo cuando defiendo el arte de contar
historias lo más limpio posible y yo prefiero que se me llame purista, pues en
eso sí que me reconozco.
Me
gusta la narración oral lo más pura posible, disfrutar de ese encuentro entre
la persona que cuenta y las que escuchan sin abalorio ni intermediarios.
No
voy a negar que muchas veces, al escuchar algunas personas que cuentan con
objetos siento que si los quitaran sería imposible poder contar de esa manera.
Pero
muchas otras no hago más que esperar que dejen esos objetos que entorpecen el
fluir de la historia o que llaman tanto la atención que parece más un poema
objeto en movimiento torpe que una historias contada en viva voz.
En
muchos casos al preguntar ¿por qué usas objetos para contar? la respuesta que
recibo es "a los niños les gustan los colores y necesitan del movimiento
de los objetos para centrar mejor la atención". Entonces pienso "a
los niños les gustan los columpios, los helados, las bicicletas, los trenes,
las patatas fritas, los aviones y muchas otras cosas... ¿Por qué no usamos todo
lo que a ellos les gusta? ¿Por qué no confiamos en que a los niños pueden
gustarle las historias contadas de viva voz? ¿Por qué no confiar en nuestro
oficio lo más puro posible?"
Entiendo
el arte de contar historias de viva voz como una disciplina artística, entonces
estamos hablando de una propuesta estética basada en las habilidades del
artista en cuestión. A nadie se le
ocurre tocar el piano si no es pianista o estudiante de piano y mucho menos
construirlo a no ser que sea luthier. El hablar de objetos nos plantea una propuesta
plástica para su elaboración y una técnica adecuada para su manipulación o
animación.
¿Qué
tiene el piano que no tengan los objetos?
¿Por qué ciertas técnicas puedes saltarse el entrenamiento y otras no?
¿Objetos
si? ¿Objetos no? Esa no es exactamente
la cuestión.
Sólo
recuerdo la frase de Ana Itelman diciendo "ahora dejan los objetos y la
bailan sin usarlos" y si descubrimos que no hacen falta, que no forman
parte de ese juego compartido, quizás sería mejor pensar qué hacemos... si los
quitamos o entrenamos jugando con ellos y las historias hasta que no sea
lo mismo contarla sin ellos.
4 comentarios:
Estoy por comenzar mi desempeño como docente en un proyecto de alfabetización y me ha servido de ayuda leer sus cuentos y verlo narrar. Y a mi parecer la voz es elemento suficiente para deleitarnos con una historia
Hola José tuve el gusto de asistir a un taller suyo en el Encuentro de Narradores en la Feria del Libro de Buenos Aires y ahora tengo en mis manos el libro ¿Cómo aprendemos y cómo enseñamos la narración oral?, mi mensaje es para darle las gracias, estoy esperando jubilarme como docente y dedicarme humildemente a narrar historias y kamishibai y además comentarle que su participación en el libro mencionado me ha sido muy útil; un saludo desde el finisterre de los Buenos Aires.
Por diferentes motivos, tuve algo abandonado este blog. Hoy al abrirlo para reactivarlo me encuentro con estos mensajes. Muchas gracias por vuestras palabras. Abrazos
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