Hace un par de semanas al volver de contar por Extremadura, me bajé del autobús y para mi sorpresa mi maleta no ya estaba.
Pasado el primer momento de incertidumbre, de desconcierto y de tratar de entender la situación, fui a la ventanilla de la compañía de transportes para ver cuáles eran los pasos a seguir por si, habiendo una confusión de algún pasajero, la maleta hacía una satisfactoria reaparición en mi vida.
Cuando pasados unos cuantos días la maleta se declara claramente
desaparecida, empiezo a recordar que cosas había en ella que hubiera que sustituir
prioritariamente. Allí estaba la ropa de la vida entremezclada con la ropa de
contar y con el kit de contar, que por primera vez viajaba en la maleta y no en
mi bolso de mano. En estas estaba cuando recibo un mail de una bibliotecaria
diciéndome que me había dejado mi pañuelo de contar en la biblioteca. Cosas del
destino, claramente la pérdida había empezado con un olvido en una estantería
de la biblioteca, para continuar con la desaparición de la maleta.
Mirando un poco hacia atrás hace un tiempo que mi reloj de bolsillo
comprado en el pueblo de mi abuelo Giuseppe, que usaba para contar, había
dejado de funcionar. Ahora veo esto como un primer anuncio de “algo hay que
revisar”, además de ver si algún relojero me lo limpia para que vuelva a
funcionar ya sea para medir el tiempo de las sesiones o para acompañarme en las
horas de mi vida.
Este fin de semana, viendo que no hay necesidad de una sustitución
inmediata, porque no hay sesiones en los próximos meses, me doy cuenta que ya
era hora de revisar un poco esas cosas que se perdieron con la maleta.
Paralelamente a esto me puse a ver algunos videos de sesiones que tenía
grabadas para medir tres cuentos de 15 minutos que presentaré en una sala de
micro -teatro en Santiago de Compostela
algunos días de este mes de noviembre.Mirando videos del último año, revisando mentalmente el material perdido y encontrándome con viejos videos de cuando aún era un joven contador de historias, empecé a pensar en varias cosas.
Por un lado que renovarse es vivir y que puede que estuviera demasiado
perdido más que encontrado en un laberinto que yo mismo había construido.
Entonces lo primero fue pensar si el naranja de mis camisas para contar
sigue siendo el color adecuado o ya es hora de ir buscando otro.
Por otro lado aparecieron unos pequeños tapices de mola (una técnica
que según parece es colombiana) que me hicieron sacar el costurero y ponerme a
coser para fabricar mi nueva bolsita de los objetos de contar, que ya veremos
cuáles son en esta nueva etapa.
Una renovación completa en medio de mi nueva búsqueda de la performance
de evocación oral, de la cual se perdieron solo los zapatos que eran de algún
modo el punto de encuentro entre mi nueva búsqueda y el transito anterior.
Evidentemente los zapatos de ambas cosas no pueden ser los mismos, está claro y habrá que ponerse a buscar dos
pares, uno para cada camino ya que son terrenos diferentes.
Mirando las variadas listas de historias para contar, guardadas en libretas
y en el ordenador, confirmo que en cada época las historias ocupan un lugar
distinto en las listas. Algunas veces son la estrella de la lista, otras son
historias a revisar, otras a desechar (aunque luego vuelvan a tener un lugar de
privilegio) y algunas ya no sé ni de que iban y fueron muriendo solas.
Seguramente contaban algo en su momento que ya no está dentro de mi discurso
interno a compartir.
Al ver viejos videos vi las primeras versiones de algunas historias que
aún conservo en el repertorio y que forman parte de las primeras de la lista
actual. En esas primeras veces se ve el desparpajo de lo nuevo, de lo
improvisado, esa sensación de que es la historia quien domina al narrador y no
el narrador a la historia. Esto me lleva a pensar que no es bueno ni tanto ni tan poco. Que en esas versiones las
historias están claramente inacabadas, pero que cuando están demasiado acabadas
deben reposar un poco para no perder cierto grado de frescura y de
sorpresa. De algún modo también veo que
esta extraña realidad de ir achicando el repertorio con el paso del tiempo no
es casualidad, que las historias que perduran crecen, cobran otro sentido,
tienen su gracia en los matices y que da gusto contarlas porque con el tiempo
se han completado y a pesar de estar supuestamente acabadas están siempre
dispuestas a hacer un giro inesperado y cambiar el sentido sin perder la
esencia.
Salir a mirar escaparates y mirar las viejas listas me hace revisar un
oficio que llevo desarrollando hace unos veintidós años y que me pide que lo
mire desde un nuevo punto de vista, ahora que ya me voy haciendo mayor, que ya
tengo siete sobrinos nietos, que solo quedan un par de personas de la
generación de mis padres en la familia y que busco nuevas propuestas para
entablar una nueva manera de comunicarme con el público.
Mientras veo que hago con mi último trabajo “MALETA CUATRO ESTACIONES –
performance de evocación oral” e investigo el camino de la performance oral.
Mientras sigo buscando en mi interior historias que puedan pasar al papel para
convertirse en libros. Las cosas que de pronto desaparecen de mi vida en lo
tangible me llevan a revisar mi relación con el arte de contar historias de
viva voz, un arte intangible que me ha dado grandes satisfacciones y que
seguramente tendré que renovar para que me las siga dando.
Estoy seguro que cada cosa sucederá cuando tenga que suceder mientras
vuelvo por segunda vez en este año a mi trabajo de actor, antes con la compañía
La Carátula y ahora con la compañía Berrobamban, que me acogió como director en
mi llegada a Galicia y que hoy me devuelve los nervios de volver a subirme al
escenario para volver a mi orígenes teatrales de actor de teatro para público
infantil.
La vida da muchas vueltas hay que tener las manos firmes dispuestas a
mover el volante y bien puesto el cinturón de seguridad, por si las moscas.